Antes de que Netflix nos abrumase con el catálogo más abultado y saturado del panorama del streaming, cada uno de sus proyectos parecía elegido al milímetro. Entre producciones prestigiosas como 'House of Cards' u 'Orange is the New Black', 2015 (hace ya una década, uf) vio el estreno de un drama de ciencia ficción que apuntaba maneras. Tenía detrás nada menos que a las creadoras de 'Matrix' y a uno de los escritores más venerados de la escena comiquera.
Desde el principio 'Sense8' parecía clara en sus intenciones. El opening era un mosaico fascinante y callejero alrededor del mundo. Su trama un rocambolesco lío de ciencia ficción disfrazado de thriller: la historia de 8 individuos conectados de forma psíquica, y en huida constante de otro individuo que quiere darles caza. Su premisa estaba elevada con un elenco multicultural y por una producción dispuesta a viajar por el mundo para rodar sus diferentes tramas, haciendo de ella una ficción tan única como ridículamente ambiciosa.

Actores como Brian J. Smith, Doona Bae, Tuppence Middleton y por supuesto Miguel Ángel Silvestre eran el verdadero corazón de una historia que se justificaba por completo en sus personajes. Eran sus temas, su atmósfera y sus momentos íntimos los que conectaban con sus fans, y no tanto su trama. El valor de sus dos temporadas quedaba perfectamente encapsulado en la preciosa escena de "What's Up" en la primera temporada, donde los sensates, separados a miles de kilómetros, se sienten en comunión con la misma canción que uno de ellos está cantando en un karaoke.
Por momentos como este la serie se sentía intocable. Un clásico moderno en potencia incluso. Antes de éxitos descomunales de la plataforma como 'Stranger Things' o 'El juego del calamar', 'Sense8' era una de las más debatidas del catálogo. El sello Washowski se notaba en una serie que incluso detractores alabaron diciendo cosas como que era lenta y confusa, pero también fascinante.

En 2017 demostró que no era intocable en absoluto. En el mes del Orgullo nada menos (parece que no conocían a su audiencia), fue anunciada su cancelación. El tumulto fue tal que al final de ese mismo mes ya estaban anunciando su vuelta. Y demostró que el calado cultural de la serie era mayor de lo que las cifras pudieran decir a Netflix en aquel momento.
En última instancia, 'Sense8' consiguió un privilegio que pocas series canceladas prematuramente consiguen: clausura. Su final llegó en 2018 en forma de un episodio extra-largo de dos horas y media que trataba de cerrar todos los cabos y hacer justicia a cada una de las tramas. Lo hacía un poco a medias, de forma autoindulgente y lacrimógena de más, y sin achantarse en pasárselo bien por el camino, algo que había sido uno de sus objetivos principales desde el principio.
Diez años más tarde, la serie se siente como perfecto ejemplo de obra autoral dentro del marco mainstream del streaming. Un lienzo ambicioso de thriller y ciencia ficción donde las Wachoskis pudieron poner sus inquietudes y preocupaciones, y por qué no, también celebrarse a bombo y platillo. Toda una rareza imperfecta de esas que dejan huella.
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